Hace unos días vi una película en Netflix que trajo hacia mí la inspiradora historia de Diana Nyad, conocida como Nyad, que en griego significa ninfa del agua, una nadadora profesional a mar abierto que, a sus 28 años, en la plenitud de su carrera, tras haber roto varios récords se puso un reto adicional…y descomunal.
Ya a esa edad era reconocida internacionalmente, destacando por su voluntad de hierro para superar una prueba tras otra, hasta que se propuso superar una prueba extremadamente compleja: nadar desde Cuba a Florida, específicamente a Key West. Hablamos de casi 180 kilómetros.
La distancia era solo el primer desafío, pero no el único. Esa zona tiene múltiples corrientes, clima cambiante y tiene presencia de tiburones, por lo cual tuvieron que construir una jaula anexada a una embarcación para protegerla. Es decir, ella nadaba dentro de esa gran jaula. Lamentablemente, el navegante que dirigía la embarcación no estaba a la altura del desafío, y además en ese momento no se contaba con la información meteorológica y de las corrientes en tiempo real de la que disponemos hoy en día. Esto derivó en que la llevaran por una ruta que no era la idónea, y que además, en diferentes momentos, se encontrara tragando espuma generada por la propia embarcación.
Es así que se retira de la competencia en una condición física disminuida, y eso le genera luego una especie de depresión. Recordemos, en ese momento tenía 28 años, y estaba en la plenitud de su condición física. Pasan poco más de 3 décadas, y ya en sus 60 años, decide intentarlo nuevamente, y para ello pide a una de sus mejores amigas que la entrene.
Era la misma prueba en la que había fallado antes, pero ella ya no era la misma. Había una diferencia que Diana tenía clara: a sus 28 años tenía el físico, pero su mente no estaba lista. Ella planteaba que, tras esos más de 30 años transcurridos, su mente se había desarrollado y se consideraba más sabia.
La tecnología había evolucionado bastante en ese tiempo y ahora, en vez de una jaula, contaba con un equipo que contaba con un sistema electrostático que espantaba a los tiburones, además de contar con un navegante muy experimentado en esa zona. Es decir, se rodeó de un equipo que la acercara más a su objetivo que no era menor: para entrar en el libro de los récords Guinness, debía nadar cerca de 60 horas seguidas, no podía tocar la embarcación y nadie podía tocarla hasta que estuviera con los dos tobillos fuera del agua en su destino final, en las playas de Key West.
Lo intenta cuatro veces durante cuatro años, y las cuatro veces no logra el objetivo. En el proceso discute y se pelea con la entrenadora, con el navegante y con el equipo que la acompaña. Debo reconocer que impresiona su perseverancia a pesar de que muchas veces el fracaso era significativo, quedándose a mitad del recorrido e incluso, en ocasiones, ni siquiera llegando a la mitad de este. Ella estaba convencida de lo que quería lograr.
Ya casi sin fondos económicos, convence nuevamente al navegante y a su entrenadora una última oportunidad. No era una decisión sencilla, pues incluso en sus intentos anteriores estuvo a punto de morir. Y en ese último intento, a sus 64 años, lo logra, consigue el récord Guinness y se convierte en la primera persona en nadar esa distancia a mar abierto. De esta experiencia me llevo cuatro lecciones que siento vale la pena compartir:
El primero es la persistencia. Ella tuvo se enfocar en su objetivo a pesar de que todo el mundo le decía que no era posible. Nyad estaba convencida de que tenía y podía lograrlo. Creo que esa es una seña distintiva de gente que logra cosas realmente impresionantes.
Esto lo vemos en personajes históricos como Cristóbal Colón, que acudió a una serie de mecenas, a lo largo de su vida hasta obtener los fondos suficientes para hacerse de sus tres carabelas y llegar a América. Son grandes personas que tienen una idea, una visión de algo que tienen que lograr y finalmente en base a persistencia, tenacidad, y una convicción casi enfermiza, logran estos grandes cambios o logros.
El segundo aspecto que resulta fundamental es su capacidad de persuasión, muy relacionado con su persistencia para mí. Esa convicción tan fuerte de querer lograr su objetivo le permitió rodearse de un equipo de muy alto nivel y de hacerlos partícipes de su propósito. Además de este grupo de especialistas que complementaban el trabajo enorme de su entrenadora pero, por encima de todo, estaba la motivación de esta mujer de más de 60 años que tenía una visión, un sueño que quería lograr. Esto les permitió mantenerse conectados durante los aproximadamente 4 años que tomó lograr el objetivo.
Lo tercero, fue hacer uso de la mejor data disponible analizada por un especialista, en este caso el navegante, y poder diseñar diferentes escenarios que logren la mejor ruta posible. Hubo momentos en los cuales la información indicaba que las condiciones no serían las mejores y esto, sumado a la experiencia, resultó crítico para la seguridad de Nyad. Asimismo, supieron capitalizar la información de los intentos anteriores fallidos, contribuyendo al éxito final.
Finalmente, lo que para mí fue impresionante, es que no hay edad para cumplir un sueño. Sin importar que tengas 28 años o 60 años, siempre puedes comenzar algo nuevo y lograr ese sueño. O sea, si es que realmente quieres algo, la única limitante que tienes es que tú voluntad para hacerlo o no.
Y eso está de la mano con todos los grandes planes que uno se hace, que los abandona, porque otras personas te dijeron, “no, estás muy viejo”, “estás muy joven” o “no estás preparado”. Y así terminas abandonando esos grandes planes por la evaluación de un tercero que no eres tú. Y esto es responsabilidad completamente tuya. Eres tú quien le da mucho más poder a las palabras del otro, y eres tú quien acepta, desde la mirada del otro que tú no puedes lograrlo.
Nyad, por sobre todas las dificultades, creía en sí misma. Una frase que se me quedó grabada es que la diferencia entre el carbón y un diamante es la cantidad de presión persistente se somete el primero para convertirse en el segundo. Así, cualquier carbón podría ser diamante, siempre y cuando resista esa presión persistente.
Creo que estas lecciones aplican para todos nosotros, independientemente del momento en que nos encontremos. Si realmente tienes un sueño o una idea de algo que quieres hacer, el único que te limita eres tú. Si pones un buen plan, te rodeas de las mejores personas que puedas, usas data de calidad, le metes disciplina y trabajo constante, vas a lograr tu objetivo.
Hay otra frase, atribuida al basquetbolista estadounidense Kevin Durant, que me gusta mucho: «el trabajo duro supera al talento, cuando el talento no trabaja duro” Y creo que lo que hacía Nyad combinaba perfectamente ambas cosas: era talentosa, sí, pero por encima de todo, trabajaba durísimo. Esto la llevó, más de 30 años después de ese primer intento fallido, a encontrar ese momento perfecto que alineó corrientes, equipo ideal, y así nadar casi 60 horas para lograr su sueño.
No sé si logres tu objetivo este año, el próximo, o en 30 años. Solo sé que debes empezar a trabajar en él hoy.