Depender de ti mismo: la gran diferencia entre preocuparse y ocuparse

Recuerdo la primera vez que vi la película “¡VIVEN!” sobre la tragedia de un avión en el que viajaba un equipo de rugby desde Montevideo rumbo a Chile. El vuelo, en el cual viajaban 45 personas, se estrella en medio de los Andes y no se vuelve a tener noticias luego de 72 días. Sólo sobrevivieron 16 pasajeros.

La película es impactante, más aún cuando sabes que está basada en hechos reales. Pero la primera vez que la vi lo hice desde la lejanía de alguien ajeno al impacto real de este accidente.

Pero, ya en Uruguay, este trágico accidente cobra otro nivel de relevancia. Aquí hay un monumento en homenaje a lo que fue una tragedia que marcó mucho a la sociedad uruguaya, e incluso tuve la oportunidad de conocer a algunas personas relacionadas directamente con quienes sobrevivieron o con quienes fallecieron. Hablamos de dos situaciones completamente distintas.

La película te golpea distinto luego de entrar en contacto con un país y con personas que lo vivieron todo de una forma tan cercana. Este impacto se entiende desde el momento en que entra en la ecuación el hecho de que todos, en su momento, fueron dados por muertos. Entonces, hay un proceso largo y doloroso entre que se estrella el avión y aparecen.

No ahondaré en los detalles del accidente, sino de lo que aprendí al verla con otros ojos, con esa sensibilidad que se genera al vivir con la sociedad que vivió ese accidente. Porque creo que el ser humano, ante situaciones extremas, demuestra de lo que es capaz de soportar y de cómo en ocasiones, incluso lo improbable, puede sobrevivir por una determinación férrea.

En la película, hay un momento que para mí es impactante y que me dejó pensando mucho. Pasados 11 días de accidente, los sobrevivientes esperan noticias de su posible rescate gracias a una radio con la que contaban que les permitía escuchar pero no transmitir. De acuerdo con la película, uno de los sobrevivientes, Fernando Parrado, luego de escuchar los noticiarios en la radio, se acerca a sus compañeros sobrevivientes y les dice que tiene una buena noticia que contarles.

La buena noticia es que habían cancelado cualquier tipo de búsqueda por ellos. Como era de esperar, todos quedan sorprendidos y a la vez muy molestos de que eso fuera una buena noticia. A esto, Parrado responde que es una buena noticia porque, de ahora en adelante, solo dependían de cada uno de ellos para salvarse. Ya no era hora de preocuparse sino de ocuparse.

Algo cambia en el grupo a partir de ese momento. Ese “clic” cambia su autopercepción de “víctimas” para pasar a ser “sobrevivientes”. Esa certeza dolorosa de que toda esperanza de sobrevivir depende de ellos, es lo que lleva a varios de los sobrevivientes a tomar acciones, algunas durísimas, que les permiten salir adelante y decidirse a enfrentar la montaña, cruzar, llegar a Chile, y finalmente encontrar ayuda.

Creo que el aprendizaje aquí está en ese cambio de chip, el pasar de una posición de esperar a que suceda algo, haciendo que entren en movimiento una serie de acciones que propician que las cosas ocurran.

La vida nos enfrenta a escenarios que, muchas veces, nos llevan a un mindset de espera, de confiar en que se dé algo: una licitación, que se apruebe una ley, que el cliente diga que sí, que el gobierno facilite el camino o que me cruce con esa persona clave. El problema con esto es que estás esperando algo que no depende de ti. Es un esperar “a ver qué pasa”.

Debo hacer una aclaración, con respecto a los valerosos sobrevivientes del accidente. Ellos, al inicio, tenían a la cordillera de los Andes como escollo, había comida limitada, y múltiples heridos. Tenía todo el sentido del mundo que esperaran un posible rescate. Sin embargo, a mi modesto modo de ver, lo que les salva la vida es saber que nadie vendrá por ellos. Probablemente, sin esa “mala noticia”, no habrían tomado las decisiones que los llevaron a salvarse.

Nosotros, en la cotidianeidad de nuestra vida personal o empresarial, tenemos un panorama menos extremo, sin embargo, la analogía es igualmente válida: cuando asumes que las cosas dependen de ti, se da ese momento clave en el que te despiertas, tomas decisiones y, como suelo decir, pasas de preocuparte a ocuparte. Y te ocupas aunque sepas que en ese menester habrá muchos posibles errores (y cometerás muchos, no lo dudes), y se presentarán muchos desafíos, pero sigues avanzando, aprendiendo, y así te vas movilizando.

El esperar te mantiene estático. Cuando los sobrevivientes del accidente son conscientes de que nadie vendrá por ellos, cambian a una posición en la cual dicen: “está bien, nadie nos buscará, ahora nosotros tenemos que sobrevivir”, y así es que, finalmente, llegan a esa ayuda esperada. Además, esa consciencia de “dependemos de nosotros”, les permitió prestar atención a cosas que podían ayudarles a mantenerse con vida, cosas que, mientras esperaban, probablemente eran invisibles a sus ojos.

Y a nosotros nos pasa lo mismo, todo el tiempo. A veces las señales, las posibilidades están ahí pero no las veremos si no estamos atentos, presentes y conectados. Si nuestra mente está en el hoy, y cada día cuenta, podremos darnos cuenta de esas señales y de esas herramientas ahí disponibles para que las tomemos.

Ellos se enfrentaron a la inclemencia del tiempo, a la desesperanza, a posibilidades en contra…y sobrevivieron. Nosotros, con todo a favor, ¿qué podemos ser capaces de lograr si tomamos la decisión de echarnos a andar para hacer que las cosas ocurran?

Mi respeto y consideración a estos valientes que, estoy seguro, seguirán inspirando a millones de personas.

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