Paracas y su Reserva Natural es un lugar maravilloso al que siempre regreso. Cuando fui en enero, me encontré con la buena noticia de que estaban haciendo mantenimiento a la carretera que va desde la entrada de la Reserva hasta el final de Laguna Grande, un tramo de 32 kilómetros de carretera afirmada al cual le agregan un material salino proveniente de la zona que lo usan de afirmado, la compactan y así la mantienen. La ruta es espectacular para montar bicicleta, viajar y conocer.
Hace algunas semanas, tuve la oportunidad de volver y de visitar en bicicleta varias veces la Reserva de Paracas, y es entonces que me encontré con tres situaciones que llamaron mi atención y que me llevaron a pensar en qué nos está pasando a los peruanos en su conjunto:
Lo primero que observé es que había restricciones para entrar a la Reserva generadas también por la Pandemia. Había un aforo y no puedes entrar a la playa. Como turista o deportista no puedes salirte del camino y, sin embargo, los pescadores artesanales y los algueros entran en camionetas, motos y camiones por donde les resulte más fácil, desde mi perspectiva, sin limitaciones, llegando y entrando a cualquier lugar.
En uno de los recorridos mientras montaba bicicleta, me detuve a descansar en el kilómetro 25 y pude darme cuenta de que hay 3 set de hitos. Además del original que mide los kilómetros, han puesto uno más delimitando ciertos espacios de la Reserva, y hay un tercer nuevo hito, separado por escazos metros delos otros dos, y que también mide la distancia. Me pregunto ¿para que 3 hitos? ¿Vale la pena reactualizar las distancias cuando la diferencia entre ambos no es relevante en 32 km de distancia? ¿Por qué no usar el hito original que ya se tiene, y a este adicionarle las codificaciones, colores y referencias satelitales con una placa adosada? Algo más eficiente en comparación con el costo de los dos hitos, y el de su instalación. Pequeños detalles.
El segundo tema es que, apenas cuatro meses después de las reparaciones que hicieron en enero, la pista ya se está descascarando. Es decir, esa reparación se hizo sin tener ninguna consideración, ni análisis técnico sobre la cantidad de material que requería esta reparación, simplemente le pusieron una “galleta” y, con el pasar de los camiones y de los carros que van en esta vía, ya se está deshaciendo. Nadie hizo el análisis necesario para que esto dure más. Si bien es cierto que se utiliza un material que es de la misma Reserva, lo cual es un reciclado excelente (es tierra salada), tienes que ponerle una cantidad que dure. Pero no ocurrió así, y esa suerte de “galletita” que pusieron ya se empezó a levantar. Me pregunto si hicieron algún análisis mínimo del costo de movilización y desmovilización, de los gastos de administración de una nueva obra, del valor de la vida útil de un mantenimiento, e inclusive del impacto medio ambiental que significa que un pool de maquinaria y personal entre el doble de veces a un espacio protegido. Si esto sucede con un obra pequeña, cómo será con un grande? Pequeños detalles que se van sumando.
El tercer tema está relacionado con la basura… ¡en una reserva natural! Es increíble la cantidad de plásticos y las cajitas de poliestireno de comida que encontré. Queda en evidencia que la gente va, tira sus cosas y nadie las recoge. Te cobran una entrada a la Reserva, pero no hay nadie que se haga responsable por recoger los desperdicios y residuos. Esto se nota porque muy cerca a la entrada de la Reserva hay botellas que el viento acumula en las cunetas y, mientras más lejos vas, más botellas, plásticos, etc. encuentras. Pequeños detalles que se acumulan y ya son visibles.
Con este escenario, cualquier turista, o cualquier peruano como yo puede preguntarse ¿qué nos pasa con este tipo de cosas? Tenemos un recurso natural espectacular, pero somos indolentes con este, no hacemos nada.
Y la realidad es que no hacemos nada porque decimos “esto lo tiene que hacer el Estado o lo tiene que hacer alguien más”. Yo creo que el real trasfondo de esta situación es la educación. Y no hablo del conocimiento, de la técnica, o de las herramientas. Hablo de educación en un tema muy simple, pero a la vez poderoso: el bien común. Un bien común que deriva en que esto es algo que a mí me importa cuidar y, sumándolo a lo que a ti te importa cuidar, generará lo que “a nosotros” nos importe cuidar. Y esto nos llevará a que podamos pensar en algo más grande que es lo que al mundo le importa cuidar. Eso, lamentablemente, no existe.
Y las responsabilidades son compartidas. Al contratista responsable de esta obra no le importó lo prolijo que puede ser y el cuidado necesario para que su personal entre otros, no arroje basura. El Municipio o Sunarp sin ningún tipo de evaluación se va por el costo más bajo, sin tomar en cuenta que en cuatro meses más, esa reparación requiere otra nueva reparación. Se costea el material, pero no el bien común del que transita por ahí. Y eso nos termina costando más a todos.
Lo mismo para el problema de la basura, que la echan todos: el que vive de la Reserva, el que transita, el que visita también. Probablemente muchos dirán: es que no hay donde botarla. Bueno entonces te la llevas y la botas en un basurero. Entonces todos somos responsables, inclusive el que ve y no hace nada, no reclama. Y, sin embargo, nuestra responsabilidad se limita a tomar la posición más sencilla: “Es que hay un contratista que no está cumpliendo, hay una supervisión de la Reserva que no se está cumpliendo, hay otros que están botando basura. No es mi problema, y nos quedamos paralizados en la cultura del “Hay que”. Pero sí es mi problema, es nuestro problema. Porque yo sí tengo un papel, un rol dentro de esto, que es ocuparme porque, finalmente, parte de mis impuestos de alguna manera llegan a un fondo común, el cual se divide.
Este cúmulo de situaciones nos indican que no estamos bien, y que esto nos llevó al lugar donde nos encontramos el día de hoy, enfrentando un punto de quiebre importantísimo. Porque no me estoy ocupando del bien común, no me estoy ocupando de algo más, no estoy mirando más allá de mi zona de influencia, de mi zona de confort. Y ese es el gran llamado a la acción que debemos tener todos los empresarios del país: de ir a la acción, de reclamar y de ocuparnos, no de preocuparnos, porque preocuparnos nos mantiene en un lugar en el futuro en el cual estás con la mirada puesta en qué pasará. El ocuparnos nos trae al presente. Hoy yo me ocupo, ¿te estás ocupando tú?