Hace unas semanas fui a una playa al sur de Lima por el fin de semana. De regreso el domingo, ocurrió un accidente que generó un terrible embotellamiento y lo que demoraba manejar en 5 minutos, ¡me tardó 45!
No tengo detalles del accidente y espero no haya llegado a mayores. De lo que tengo detalles es de lo que experimenté en esos 45 minutos: un caos total. La Panamericana Sur, principal arteria del país, sólo tiene dos carriles de ida y regreso, sumado al carril de emergencia. Con el tremendo caos que se formó, la autopista se transformó en cuatro carriles, donde el carril de emergencia se transformó en uno más, incluso la tierra colindante se transformó en un carril adicional. E inclusive hubo momentos en que carros iban en un sentido contrario, es decir un quinto carril, un caos monumental.
Esta situación me hacía reflexionar, junto a mi familia en el auto, sobre por qué los peruanos que estábamos ahí, no éramos capaces de respetar que hay dos carriles, que el tercero es de emergencia y que el resto ya no es carril. Veíamos todo tipo de carros y marcas: Cayenne, BMV, Audi, Caldinas, ómnibus, combis, etc.; que usaban estos carriles a su discreción.
A la gente que utilizaba indebidamente ese tercer y cuarto carril (yo no lo hice) lo único que les interesaba era usar ese medio para poder avanzar. Excusas para usar ese tercer y cuarto carril hay miles, pero ninguna es correcta cuando la ley dice claramente que ese espacio de emergencia es exclusivo para, precisamente, emergencias.
Como era de esperar, en un momento de esos 45 minutos, pasó una ambulancia que no tuvo otra opción que avanzar a una velocidad muy limitada porque el tercer carril estaba lleno de carros. Probablemente muchos se estarían preguntando, ¿qué podemos hacer? Si hay una cola gigante de autos que no avanza, e incluso carros estacionados, y yo tengo que llegar a mi destino, y el otro de al lado se mete por la derecha, “¡al diablo! ¿Por qué yo no lo hago también?”. Y esto gatilla un egoísmo, una anarquía, y muchos “enganchan” con este modo de ser, y se suman al caos. Si uno se suma al otro, y el otro al otro, se genera un espiral destructivo, y si todos pensamos así, con mucha facilidad logramos un caos. Si esto se repite constantemente, en diferentes grados, nos habituamos al caos y terminamos aceptándolo como parte de nuestras vidas. ¿Situación conocida?
¿Qué creo debemos de hacer?
Lo que realmente debemos hacer es respetarnos los unos a los otros. Hacer lo correcto. Y por favor no busquemos excusas, ni mucho menos le echemos la culpa a la falta o calidad de educación. Vi, junto a combis y microbuses, a autos de alta gama que, se entendería que pertenecen a propietarios que tienen acceso a la mejor educación posible y que, por tanto, al menos en teoría, deberían respetar las normas, hacer lo correcto. Y sin embargo ahí estaban, zurrándose en la ley, en el respeto a los otros, en un concepto tan fundamental como que debemos tener un carril de emergencia. Definitivamente para mí ya no se trata de educación.
Pero vayamos más allá del problema, expandamos la mirada hacia qué tenemos que hacer para mejorar situaciones como esta. Yo considero que debemos partir de la premisa de que cada uno debe hacer lo que le corresponde, y cumplir con lo que sabe que es lo correcto. Autodisciplina.
Y así, desde ese fundamento tan chiquito que implica ser paciente, ser considerado, tener reciprocidad, tener respeto, comprometerse, es que realmente se puede hacer un cambio. Si pensamos que es la educación la que va a cambiar las cosas, vamos a demorar varias generaciones y probablemente no logremos nada. “Los retos de una sociedad son los retos de cada uno de sus componentes” (*).
Pero (sin que por ello desatendamos la educación) si nos enfocamos en desarrollar lo fundamental, en generar nosotros ese compromiso e interiorizarlo, podemos lograr con el ejemplo que ese cambio personal genere un cambio en otra persona. Un efecto cadena de compromisos en el cual todos saldríamos ganando.
La próxima vez que tengamos la opción de ir por la ruta “incorrecta” porque nos llevará más rápido a nuestro objetivo o destino (sea esta una ruta real o una analogía), pensemos en si eso es lo que queremos, si realmente queremos lograr que las cosas sean mejores, si es lo que le queremos enseñar a nuestros hijos. El cambio parte por uno mismo.
* Ken O’Donnell
Marcus de Monzarz es asesor estratégico y director independiente, con más de 30 años de experiencia en la alta dirección de empresas del sector minero, arquitectura, construcción, agroexportación e industrial, nacionales, multinacionales, familiares y corporativas, y su gestión está orientada al desarrollo de sus negocios y a la maximización de la rentabilidad.
Además, acompaña a empresarios como Mentor Ejecutivo, privilegiando el planeamiento estratégico y su ejecución, la gestión del cambio cultural y, sobre todo, la formación de equipos motivados de alto rendimiento para el logro de resultados.