Hace unas semanas viajé al Cusco para una convención de BNI y la visita a Machu Picchu era parte importante del viaje. De hecho, yo tenía un preconcepto claro establecido de cómo debería ser un viaje a Machu Picchu. En la convención, una parte de la experiencia del viaje era ir con un grupo de empresarios a la mágica y milenaria ciudadela.
Esta era la quinta vez que visitaría Machu Picchu y, recordando anteriormente lo que había hecho, mi idea, que me había funcionado bastante bien antes, era salir muy temprano en la estación del tren en Ollantaytambo entre las 6 y las 6:30 de la mañana o antes, para llegar a Aguas Calientes bien temprano e inmediatamente subir para poder disfrutar de la ciudadela inca, de tal manera que a mediodía regresáramos y luego agarrar el tren de regreso a media tarde-noche.
Sin embargo, las cosas sucedieron de una forma completamente diferente. Nos recogieron del hotel a las 9:30 a. m. y, con idas y venidas, subimos al tren promediando las 11 de la mañana, llegando a Machu Picchu alrededor de las 12:30 p. m.
Con la subida, incluyendo Aguas Calientes y demás, llegamos poco más de la 1:30 p. m. al recinto. Durante todo este proceso, personalmente yo estuve quejándome con mi loro interno “¿Cómo es posible?, ¿por qué tan tarde? Nada que ver. Esto no es normal”. En definitiva, me hice una serie de cuentos mentales sobre por qué tan tarde y por qué no como siempre lo había hecho yo antes, por la mañana. Debo admitir que mis expectativas no eran buenas.
Para mi sorpresa, cuando llegamos a Machu Picchu, considerando el aforo y la realidad del momento, me encontré con una situación totalmente distinta. La primera, y la más importante, era que la mayoría de los grupos hacía lo que yo estaba haciendo anteriormente, subían temprano y bajaban temprano.
Con el grupo de empresarios que participaría en la convención, llegamos pasado el almuerzo y nos encontramos con ese Machu Picchu con muy poca gente, lo cual es buenísimo para las clásicas fotografías, pero lo que realmente me impactó es que entramos a la mitad de la tarde y, como comenté en mi artículo anterior, me encontré con una fortaleza con una luz totalmente distinta, una luz que no conocía, una luz de media tarde de Cusco, que es la mejor luz para poder tomar fotografías y verlo todo con un lente distinto. La luminosidad de la mañana es tremenda, pero en la tarde se hace mucho más cálida, mucho más bonita, tranquila, mucho más en paz, mucho más idónea para el disfrute.
En ese momento me puse a pensar en lo increíble de este Machu Picchu de la tarde. Me salieron fotos muy bonitas y me puse a pensar en cómo, antes de llegar, me había estado haciendo ideas sobre la base de lo que me había funcionado bien anteriormente, negándome la posibilidad de estar listo para experimentar nuevas cosas.
Porque si bien es cierto, estoy viendo Machu Picchu, lo hago bajo otro lente, bajo otro prisma, bajo otro filtro. Y me encontré con ese regalo espectacular de poder ver lo mismo, pero desde otra perspectiva.
Haciendo un paralelo con el mundo de los negocios, nos ocurre lo mismo, ¿no? A veces vemos o entendemos a las personas de una cierta manera fija en nuestra mente, y a veces también solo basta cambiar la hora, el momento, la dirección, cambiar el tono, el ritmo, la entonación, cambiar la apertura, para, incluso haciendo lo mismo, lograr cosas diferentes.
Esto me pareció muy interesante, y rápidamente con esta foto que me llamó mucho la atención, la cual captura una frase que Van Gogh le escribió a su hermano, en la cual dice lo siguiente: “Me gustaría caminar contigo para averiguar si miramos las cosas de la misma manera”.
Esta es la foto que tomé durante la presentación que hubo en la Videna (Beyond Van Gohg), que la recomiendo, la cual permite ver la obra del artista, pero desde una perspectiva totalmente diferente, muy tecnológica. Y como ocurrió con Machu Picchu, estamos viendo los mismos cuadros de Van Gogh, pero de una manera distinta. Y en esa frase, él, Vincent Van Gogh, reflexiona con su hermano Theo sobre si, al estar juntos, serían capaces de ver lo mismo.
¿Cómo llevamos esto a los negocios? Creo que si nos detenemos, nos sacamos de la cabeza todos los paradigmas, los estereotipos, las formas comunes y constantes de ver las cosas; y luego nos dejamos llevar, nos soltamos, apagamos el loro que tenemos en la cabeza, congelamos al ego por un momento y vemos las cosas de otra manera, probablemente logremos una mayor conexión, una mayor capacidad de ver las cosas de otra manera, un lugar desde el cual podamos encontrar nuevos detalles, nuevos colores, a pesar de estar viendo lo mismo. Esto, definitivamente, nos llevará a generar nuevas acciones, y a obtener nuevos resultados.
Y toda esta experiencia y la reflexión, se alinea completamente con lo que fue la convención de BNI. La convención parte con Machu Picchu como un espacio mágico, bonito, diferente, en un horario totalmente distinto, para que sobre eso podamos entrar en la convención y explorar una nueva forma de hacer negocios, que creo que es ver lo mismo, pero con otro prisma.
Ese prisma podría ser el de Better together, que es “estando juntos estamos mejor” o el tema de la colaboración, o el tema de ver la competitividad de una manera distinta. Y eso me lleva a una reflexión muy poderosa: debemos escuchar más, para preguntar mejor para así, encontrar nuevas oportunidades.
Puede que así, como intentó descubrir Van Gogh con su hermano, seamos capaces de conectar lo que nosotros queremos cuidar, con lo que el otro quiere cuidar.
Marcus de Monzarz es asesor estratégico y director independiente, con más de 30 años de experiencia en la alta dirección de empresas del sector minero, arquitectura, construcción, agroexportación e industrial, nacionales, multinacionales, familiares y corporativas, y su gestión está orientada al desarrollo de sus negocios y a la maximización de la rentabilidad.
Además, acompaña a empresarios como Mentor Ejecutivo, privilegiando el planeamiento estratégico y su ejecución, la gestión del cambio cultural y, sobre todo, la formación de equipos motivados de alto rendimiento para el logro de resultados.