“Mi principal ‘chamba’ (trabajo) es que mi jefe esté tranquilo”. Esta frase de un coachee me puso a reflexionar y me llevó a revisar una interesante pregunta planteada por Darren Hardy, “¿qué pasa cuando el líder se cansa?”. ¿Qué hacemos para que nuestro jefe pueda ejercer de mejor manera su liderazgo y performe mejor? ¿Qué impacto tiene esto en nosotros?
Vayamos por partes.
Ser jefe no es fácil. Más allá de los beneficios económicos, sociales y de reputación que trae consigo un puesto de liderazgo, la responsabilidad viene con una mochila muy pesada y a la vez trae soledad. (ver artículo El reloj de arena y la soledad del líder)
Este implica gestionar diferentes aspectos: a sus propios jefes, a sus pares, sus subalternos, reportes, mercado, regulación, aspectos políticos, los cambios (cada vez más frecuentes), nuevas tecnologías como la inteligencia artificial, etc, etc y etc.
Asimismo, el líder también tiene una vida fuera del trabajo que debe gestionar y cuidar: familia, amigos, expectativas, deseos, sueños. Y todo esto lo suele hacer solo.
Por otra parte, como parte de una empresa, debemos tener clarísimo que en orden de prioridad, nuestro principal cliente en una empresa es nuestro jefe, no sólo los clientes que nos compran o los clientes internos, como muchas veces pensamos. Y siempre tendremos un jefe, independientemente del lugar que ocupemos en la organización: si eres el gerente general, tendrás un directorio al que responder; si eres parte de una empresa familiar, siempre tendrás a alguien por encima de ti, si eres el dueño o estas sentado en el “Olimpo” siempre hay una figiura de autoridad encima nuestro, personas que definen gran parte de tu evolución y tu futuro laboral.
Lo mismo pasa en tu entorno familiar: tendrás un papá, una mamá, un abuelo, alguien por encima de ti. En mi caso, tengo a mi esposa, a mi mamá, como jefas 😉.. antes mi viejo.
De una forma u otra, tu futuro depende de estos “jefes”. Por ello, cuando eres tú el jefe, en cualquiera de estos ámbitos, la mochila puede ser muy grande: muchas personas que dependen de ti y para las cuales debes estar en tu mejor forma para que puedan funcionar de manera óptima. Esto requiere una atención y una continua toma de decisiones que puede ser enormemente desgastante.
El ingente volumen de contenidos que explican “cómo ser un mejor jefe” evidencian esta complejidad. Consejos, estudios y demás intentan dar luces sobre cómo sacar lo mejor de nuestros equipos, como mantenerlos motivados e incluso como evitar el burnout y mantener el equilibrio entre trabajo y vida personal.
Pero poco se habla de lo que necesita el jefe. Retomando la pregunta del buen Darren Hardy, “¿qué pasa cuando el líder se cansa?”. ¿Qué ocurre cuando su reserva de energía se agota? ¿Cuántas veces nos hemos acercado a nuestro jefe (gerente/director/papá) a preguntarle cómo está o qué necesita o de qué forma podemos ayudarle?
Se suele representar al jefe como una suerte de superhéroe que lo puede todo, que tiene una capacidad casi sobrehumana para lidiar con todos los aspectos que debe gestionar. Pero resulta que es humano, y que a veces también se satura, también se ve superado y, además, suele liderar en soledad.
Y esto nos lleva a una reflexión clave, ¿qué tanto nos preocupamos, desde nuestro lugar como miembros de un equipo, en aportar para que nuestro líder tome mejores decisiones? ¿cuánto nos preocupamos por que quien toma muchas de las decisiones impactan directamente en nuestro desarrollo esté bien y tranquilo?
Esto no es simple empatía, es bueno para todos. Al aligerar su carga, al darle tranquilidad, al ayudarlo a estar más tranquilo, nosotros también lo estaremos. Al ayudar a nuestro jefe a sacar lo mejor de sí mismo, por consecuencia, sacaremos lo mejor de nuestro equipo y de nosotros mismos.
Como me dijo mi coachee, (gracias Carlos) quizá nuestro trabajo principal sea que nuestro jefe (nuestro principal cliente) esté tranquilo.