Hace unos días leí un artículo que hablaba de un cuento popular que se llamaba “La sopa de piedras”. La historia iba de un pueblo que vivía una gran escasez de comida. Un día llega un forastero al pueblo, y los habitantes, pobres y desesperanzados, le piden que no se quede en el pueblo, porque “aquí no tenemos nada para ofrecerle de comer”.
El forastero entonces les dice que no se preocupen, que conseguirá la comida. Entonces arma una hoguera con leña y pone una gran olla llena de agua. Cuando ya estaba hirviendo, saca una piedra de su mochila y la pone en la olla. Cuando el agua hervía con la piedra adentro, el forastero se acerca y, luego de oler el vapor, dice “¡qué rico que está esto!, es increíble el olor y los sabores” y añade “sería buenísimo si pudiéramos ponerle zanahorias”.
De repente alguien del pueblo dice “yo tengo” y trae las zanahorias, y así sucesivamente diferentes vecinos traen zapallo, poro, choclo, y otras verduras. Al final armaron un gran caldo de verduras, muy bueno, del que todo el pueblo se pudo alimentar.
Ahora bien, detrás de este cuento hay una enseñanza, en tiempos de mucha complejidad, de mucho cambio, de mucha presión, lo que hacemos de manera natural es guardar nuestros recursos para nosotros mismos. Nos atrincheramos. Y no hablamos solo de lo tangible, también guardamos nuestros recursos de habilidades, capacidades, de amor, de energía, de servicio, los dejamos para nosotros mismos, los escondemos, los atesoramos sin pensar mucho en el resto.
Y creo que de eso se trata esa historia. En la medida en que alguien externo propone una forma de compartir que ayude a ver las cosas de manera diferente, la gente poco a poco, o a veces más rápido que lento, empiezan a colaborar en una lógica de bien común, frente a una necesidad común.
Entonces esta sopa de piedras me hace recordar que, en nuestra carrera o en nuestra vida, por dificultades o por resultados exitosos, aparecen momentos en que te guardas tus éxitos o tus problemas, y no los abres. Y así como en el cuento, aparecen algunos forasteros que pueden proporcionarte una mirada diferente para ayudarte a resolver los problemas, a dar el siguiente paso, a responder a la pregunta “¿y ahora qué hago?”.
Lo cierto es que muchas personas, en el rol de gerente o empresario, se plantean objetivos, y cuando llegan al objetivo, se encuentran frente a esa pregunta “y ahora qué hago”. Y la forma de responder es pensar que el objetivo no es el fin por sí mismo. Muchos ven el objetivo logrado como un lugar, un podio, pero cuando llegan no saben que hacer luego.
Esa situación se da porque no estamos listos para vivir esa nueva forma de ser. El cambio que necesitamos hacer es no llegar al objetivo sino más bien atravesarlo, trascender el objetivo, es decir, verlo como un proceso y no como un lugar estático. Es justo en ese lugar del ¿ahora que hago? donde cobra relevancia la soledad del líder.
Regresando al cuento, cuando estamos en la situación previa a la llegada del forastero no ves que estás metido en tu día a día, en una especia de zona de confort perversa. Requieres una mirada adicional para ayudarte, desafiarte, movilizarte, acompañarte que puede ser en la forma de una un mentor que, habiendo tenido experiencias de vida y profesionales similares, en términos de puestos en las organizaciones, o habiendo sido o siendo empresario, puede generar conversaciones que te permitan ver esas situaciones en las cuales te encuentras hoy y diseñar contigo, es decir cocrear, las posibles acciones para salir hacia adelante.
El rol del forastero, del mentor, es ayudarte a dar ese siguiente paso, traer experiencias, competencias, contactos, habilidades especiales, miradas diferentes, que te permiten avanzar para resolver esa pregunta de “¿y ahora qué hago?” y el paso inicial para eso es pedir ayuda. Recuerda que “pedir ayuda no te hace débil, te hace humano, y de los fuertes!”.
Marcus de Monzarz es asesor estratégico y director independiente, con más de 30 años de experiencia en la alta dirección de empresas del sector minero, arquitectura, construcción, agroexportación e industrial, nacionales, multinacionales, familiares y corporativas, y su gestión está orientada al desarrollo de sus negocios y a la maximización de la rentabilidad.
Además, acompaña a empresarios como Mentor Ejecutivo, privilegiando el planeamiento estratégico y su ejecución, la gestión del cambio cultural y, sobre todo, la formación de equipos motivados de alto rendimiento para el logro de resultados.