Cartas de Japón: Una sociedad a imitar

En Enero, tuve la gran oportunidad de viajar con 9 compatriotas a Japón, gracias a una beca para ejecutivos otorgada por The Association for Overseas Technical Cooperation and Sustainable Partnerships, (AOTS). Cerca a esa fecha, yo acababa de culminar mi experiencia en Resemin, en donde ya habíaMOS iniciado la incorporación de varias metologías de producción y mantenimiento japonesas como el caso de 5S`s, por lo cual, este viaje me cayó como anillo al dedo para continuar potenciando mis nuevos emprediemientos.

Más que narrar las peripecias de este viaje, increíble en verdad, quiero compartir en este primer artículo, las reflexiones que me dejó esta experiencia y los aprendizajes que, creo yo, podríamos intentar aplicar para ser una mejor sociedad y, como consecuencia, un mejor país.

La cultura de la empatía

Uno de los principales retos de la sociedad japonesa, es el creciente número de personas de la tercera edad. Japón tiene un población de 120 millones y se espera que en el 2050 sean sólo 80 millones. Cada vez son más los ancianos y, a su vez, menor el número de jóvenes que, a la postre, tendrán que encargarse de generaciones más longevas.

Sin embargo, la tercera edad japonesa es saludable y activa. Cómo dato, cada año, hay poco más de 20,000 personas que superan los 100 años de edad, situación que me sorprendió. En el Perú, es noticia escuchar uno de estos casos. Los ancianos se mantienen en buen estado de forma, completamente capaces de ser productivos y de contribuir al desarrollo. Sin embargo, más allá de esto, hay un detalle que no debe ser pasado por alto: la empatía.

Los ancianos son respetados, pero no es el respeto misericordioso tan común en estos lares. Es un respeto real, de un individuo a otro, es compasión. Es un respeto empático, sin pena, que reconoce los diferentes valores y capacidades de la persona que tienes en frente. Ese respeto genera dignidad y autoestima, que contribuyen con la confianza, la autoconfianza para ser especifico y esta es la base de “seguir dando el ejemplo”.

Y eso no es lo único que impresionó. Los japoneses son absolutamente disciplinados y trabajadores. Si a esto le sumamos el respeto antes mencionado, encontramos múltiples ejemplos a imitar. Sin embargo, siendo realistas, reconozco que estamos muy lejos de ese nivel. Es algo que no he visto en ningún otro país hasta ahora (y debo admitir que he visitado un número importante).

Una anécdota retrata esta visión. Mientras iba en dirección a una de las 6 fábricas que visitamos en un bus adaptado para poder ver la arquitectura y los paisajes, el coordinador del curso, pasaba audífonos a todos los pasajeros para escuchar la traducción simultánea. Este caballero caminaba en cunclillas, por debajo de la altura de nuestras cabezas, en un denodado esfuerzo por no tapar nuestra vista en ningún momento.

Preguntar, escuchar, aprender y mejorar

Los japoneses, tal vez producto de su traumática experiencia con la que término la Segunda Guerra Mundial, han revertido este episodio como sociedad aprendiendo e incorporando lo que ocurre en los otros países, logrando generalmente, sobrepasar a sus “maestros”. Hoy, sus múltiples becas y programas no sólo tienen como único objetivo enseñar. Aprenden de cada grupo extranjero que llega al país, como aprendieron de nosotros, en un saludable ejercicio que repiten una y otra vez con una disciplina admirable. De la experiencia de cada viaje aplican técnicas como por ejemplo, Kaizen en donde, desde la observación y el análisis, buscan constantemente la mejora. Me llamó la atención la cantidad de encuestas online que nos solicitaron durante el programa, sumado a que constantemente nos preguntaban como estabamos, si había algo que mejorar, si estaban cubriendo las necesidades y expectativas. Lo que llamaba más la atención, es que veías un feedback con sentido de urgencia, transformado en acción en un tiempo asombroso, lo cual denota una actitud de servicio que da ganas de copiar. El pedir feedback lo tiene arraigado, y más que dar respuestas, hacían preguntas. Una forma mucho más asertiva de aprender.

Japón es una sociedad a imitar, y si intentáramos siquiera acercarnos a ese nivel de respeto y disposición a aprender, habremos ganado mucho como sociedad.

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