Hay un slogan que se hizo muy popular y que aún hoy escucho a menudo: El tiempo vale más que el dinero. Interbank lo empleó en su momento y creo que enganchó bien porque, definitivamente, mucha gente y en ciertas situaciones le pone más valor al costo oportunidad, es decir al tiempo, que al dinero por sí mismo.
Por ejemplo, en la industria minera, el tener un o no un repuesto crítico en stock representa muchísimo dinero. Cuando un equipo crítico tiene una parada no programada, el famoso machine down, tener el equipo parado genera un impacto directo en la producción de la mina, que puede llegar a ser varios millones de dólares por día. Tener el repuesto en el menor tiempo posible pasa a ser prioridad por lo cual el valor del repuesto aumenta exponencialmente. Por eso, algunas veces se llega a pagar mucho más en flete aéreo que el valor del repuesto necesario para solucionar el problema. En este caso claramente, el tiempo vale más que el dinero.
Esto también aplica para licitaciones u órdenes de compra, cuando ganas porque tu plazo de entrega es el menor posible. Ante esa situación, el tomar decisiones rápido, estar muy cerca en el mercado, en términos de disponibilidad de poner tu servicio o producto en el mercado; hace que el tiempo tenga una relevancia siempre mayor que el valor del dinero por sí mismo.
Esto parecía algo escrito en piedra, pero la pandemia hizo entrar en escena un tipo de valor distinto al del dinero en el tiempo. A falta de un nombre definido, decidí denominarlo “el valor de la tranquilidad”. No solamente es el costo-oportunidad, o tener disponible un producto o servicio a la mano, o el famoso just in time; sino que es la emotividad que puede tener o generar el tiempo. Recientemente vi esto reflejado en situaciones muy cercanas.
Una de estas experiencias tiene que ver con mi papá. Durante la pandemia él decidió vender una propiedad, por lo cual recibió algunas ofertas. Aquí hubo dos posiciones distintas: por un lado, yo insistía en esperar para negociar mejor el precio. Mi papá, tenía en cambio la presión de una decisión ya tomada, sumada a la carga emocional de vender una propiedad, inclusive diseñada y construida por él, con diferentes recuerdos y al hecho de tener que manejar varios frentes a la vez.
Finalmente la decisión, que en otro contexto se hubiera podido sostener y aguantar más tiempo y así transformarse en un ticket un poco más grande, se tomó. Tras pensarlo mucho, llegué a una pregunta clave ¿mi papá estaba buscando tranquilidad o dinero? Y la respuesta inmediata fue “tranquilidad”. La tranquilidad, emotivamente hablando, tuvo más valor que el dinero.
Al interiorizar esta situación, caí en cuenta de lo que requiere “sostener” una negociación, y aguantar el aumento de la tensión por esperar que la otra parte decida. Es decir, se requiere una capacidad de contención alta. Y a veces ocurre que en determinado momento no puedes sostener este proceso, por múltiples razones y, a pesar de que en la negociación tú puedes obtener un mayor valor por el activo que quieres vender, decides que quieres cerrar el trato de una vez, y lo entregas a menor precio.
Y no lo haces porque tu activo valga menos ahora, sino porque tu carga emocional no te permite sostener esto por más tiempo, y por ello aceptas entregar tu activo (un servicio o un bien) por debajo de tu expectativa original o por debajo del óptimo que el mercado podría pagar en otro momento o mediante un proceso más largo.
A veces, cuando esto ocurre, como empresarios pensamos (o al menos yo lo pienso), “qué burro, cómo no aguanté”. Siento vergüenza, me autocastigo porque no logré ese precio. Pero la realidad es que no lo logré no porque no pude esperar, sino porque emocionalmente necesitaba hacerlo (cerrar el trato) en ese momento. Lo suelto, pero estaré más tranquilo.
Y entonces, al valorizar las cosas, encuentras que no optimizaste tus resultados, pero por el otro lado lograste esa tranquilidad. Y es una tranquilidad difícil de compararla con la de alguien más, porque la sientes tú, es muy tuya.
Creo que si tienes autocompasión y aceptas que estás bien con tus decisiones y con el hecho de que no te tienes que comparar con otros ni dar cuentas a nadie de tu tranquilidad, entonces encuentras que esta tiene más valor que el dinero, e incluso más valor que el tiempo.
Comprendí que al final lo que busco constantemente es estar tranquilo conmigo mismo, y por ello lo que hice, la decisión que tomé bajo los factores de ese momento, que son distintos a los que tuve antes o a los que podrían presentarse en el futuro, me permitieron alcanzar esa tranquilidad que buscaba, que aunque para otros puede tener un valor económico por debajo de lo que esperan, para mí tiene un valor por encima de las expectativas. Para ti ¿tu tranquilidad vale más que el dinero?